No es de extrañar que vayan aflorando los graves y profundos impactos que la crisis del COVID-19 está provocando en algunos sectores de nuestra economía.
Algunos de los más afectados son el turismo y la hostelería, que recibieron el impacto en la línea de flotación y están cerrados desde el estado de alarma. Y lo mismo puede decirse del subsector dedicado al alojamiento en toda España.
Sólo hace falta ver unos números en Euskadi para hacerse a la idea de ese impacto: el total de establecimientos que ha permanecido cerrado durante todo el mes de marzo, sumando hoteles, alojamientos rurales y apartamentos turísticos ha aumentado un 63,3%. Más del doble en el caso de Bizkaia (130%), un 65,4% en Álava y un 29,7% en Gipuzkoa, con respecto a marzo de 2019.
Las entradas de viajeros y viajeras en los apartamentos turísticos de la Comunidad Autónoma se han cifrado en 2.110 en marzo, lo que supone un desplome del 65,3% en comparación con el mismo mes del año anterior.
La oferta de plazas en apartamentos turísticos se ha visto reducida en un 37,3%, limitándose a 51.438 plazas este último mes de marzo, frente a las 82.049 plazas ofertadas en marzo de 2019.
Y seguimos instalados en los malos datos, como lo comprobaremos en abril.
La radical paralización del turismo, sujeto ahora a severas limitaciones de movilidad y en el futuro a exigentes requisito de higiene pública, ha supuesto un duro golpe para el lucrativo negocio de los pisos turísticos. Y la consecuencia que se avecina es, quizás, su desplazamiento al alquiler tradicional para generar rendimientos o, en caso contrario, su hibernación a la espera de tiempos mejores, si lo pueden aguantar.
Como prueba, de nuevo los datos: las principales empresas de reservas de pisos turísticos (Airbnb, Booking y Expedia) están sufriendo descalabros negativos del 95% en reservas comparadas con las del año anterior (Véase estudio seetransparent.com que incluimos abajo). Y las expectativas en España no son nada halagüeñas: Airbnb tendrá reservado apenas el 0,98% de sus viviendas en alquiler en 2020.
Propietarios y tenedores de pisos turísticos que antes se embolsaban 11.000 euros al mes por alquilar 15 pisos a turistas, hoy día están en números rojos y están viendo que su salida de emergencia es la de los sanitarios, pero a medio plazo, el alquiler tradicional, y ya se verá en qué términos.
El mantra neoliberal de “es el mercado, amigo”, se ha vuelto ahora en su contra. Paradójico es que, de una manera temporal y extraordinaria, bastantes de los que antes tanto ganaban y ahora tanto pierden, pueden acceder a las ayudas públicas de mantenimiento y soporte de rentas, dispuestas por el Estado benefactor para paliar las consecuencias económicas de la crisis del Covid-19.
Los neoliberales ya empiezan a criticar esta situación en los periódicos sepia de su propiedad, pero los Estados (prácticamente todos) son ahora mismo notablemente más altruistas que el mercado. Ayudan, o lo pretenden, a quienes creen que lo necesitan, sin mirar que algunos de esos sectores subsidiados denigraban hasta ayer la intervención de los poderes públicos en la economía y lo volverán a hacer seguramente en cuanto pase lo peor de la crisis y desaparezca la emergencia.
Si Adam Smith remitía a Dios y su mano invisible para lo que no cubría el mercado, justificando moralmente un proceso de selección natural previo al de Darwin, el Estado benefactor es menos selectivo. Todo parece entrar en su concepto de bienestar o en la cobertura a los múltiples intereses económicos y sociales puestos en riesgo.
Muchos de los que vean paliados, primero, y resueltos después sus problemas de rentas con la intervención estatal, abjurarán de ella lo antes posible. Dejarán de aplaudir y criticarán el nivel de deuda, el déficit y el gasto públicos que se dispararán para financiar esos planes de salvamento de la economía, y abominarán sobre todo de las políticas impositivas más exigentes que haya que aplicar para incrementar los ingresos públicos.
Es conveniente tenerlo en cuenta para cuando llegue ese momento, que quizá no esté lejano. Para que sirva a nuestra sociedad de vacuna y no nos distraiga de una de las grandes enseñanzas de esta crisis monumental: la importancia de contar con un Estado de bienestar notablemente más musculoso y con fundamentos, que ataque en sus cimientos la desigualdad.
Es el bienestar, amiga.
Más información
https://www.seetransparent.com/coronavirus-impact/impact-in-global-demand.html