El crowdfunding, definido como micromecenazgo o financiación colectiva/participativa para proyectos e iniciativas de otras personas, es una herramienta que busca su espacio en el nuevo entorno social y financiero surgido tras la crisis.
Este tipo de financiación suele atraer a un nuevo perfil inversor, que no sólo busca objetivos de rentabilidad financiera, sino que aporta y suscribe también valores y propósitos del proyecto.
Buscan una relación más proactiva y colaborativa entre promotores e inversores que mejore la eficiencia y potencie la participación.
Aunque a priori, pueda parecer minorista y reducido en su volumen, los datos en España son todo lo contrario. Según el “Informe anual del crowdfunding en España 2016”, el año pasado la captación de financiación a través de este sistema se ha incrementado un 116% respecto al ejercicio anterior, llegando a superar los 113 millones de euros. De los que, el 17% es crowdfunding inmobiliario.
Después de tan sólo un año de implantación en España, el crowdfunding inmobiliario, ha conseguido que su plataforma principal sea líder en captación de fondos con proyectos de adquisición de viviendas o locales, aunque se adivinan otros, más potentes, dirigidos a promociones enteras.
El crowdfunding más básico consiste en créditos entre particulares que sirven para recabar financiación para los gastos más inmediatos. Ofrecen financiación bajo unas condiciones más benévolas que a través de las líneas de crédito convencionales. Por un lado, los demandantes reciben el dinero con un tipo de interés más bajo y, por otro, los inversores obtienen rendimiento para sus ahorros.
También existe un micromecenazgo, mucho más humilde pero unido a la vivienda, que está surgiendo y que está despertando el interés social. Son las plataformas que justifican y promueven otros planteamientos en la política de vivienda.
Así surge el Sindicato de Inquilinos en Barcelona. Una aventura que sin ser la pionera (hay alguna experiencia anterior en España), sí parece la más consistente hasta ahora, y que nace del malestar de unos jóvenes frente a la LAU y que ya tiene 1.000 sindicados y una financiación que les va a permitir tener una estructura sólida con servicios jurídicos y técnicos para una primera defensa.
Es evidente que Cataluña y más concretamente Barcelona, está muy preocupada por la burbuja del alquiler. Sólo hay que fijarse en la nueva creación del Observatorio Metropolitano de Barcelona, cuyo estudio estrella va a ser precisamente, un índice de precios de alquiler.
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http://www.consumer.es/web/es/vivienda/compra/2017/03/04/225028.php
